Wednesday, October 1, 2008

¿Importan nuestras campañas?

Desde que comenzaron las actividades antiínmigrantes, se han tratado de hacer diferentes iniciativas para poder cambiar la idea conceptual sobre los hispanos.
Yo misma fui parte de una de esas iniciativas cuando, en pleno auge de hispanos borrachos sobre el volante, me invitaron a participar en una campaña para crear conciencia de que la botella y el volante no hacen una buena dupla.
En esos días Sue Myrick se convirtió en la paladina en contra de los “mojados”. También en aquel tiempo, y porque nadie quería unirse en una sola campaña y todos querían tener una propia -que raro-, varias ideas salieron a flote con tal de contrarrestar la mala reputación y demostrar que a nuestra comunidad hispana le preocupaba el tema y que no todos son desidiosos.
Pero la preocupación reinaba siempre como una mala migraña, porque a pesar de los esfuerzos y los lemas, seguíamos sintiendo el corazón apretado cada vez que en las noticias aparecían los apellidos latinos involucrados con muertes provocadas por manejar en estado etílico o por otros crímenes más graves.
Se crearon programas de rehabilitación y charlas educativas. También nos dio por limpiar las calles, barrer, recoger basura, fuera o no de nosotros, solamente con el objetivo de demostrar que nos gusta vivir en barrios pulcros, aunque ésta no siempre sea la realidad. ¡Pero vamos!, fuera como fuera existía y existe la urgencia desesperada de tener que revertir la forma en como somos analizados y catalogados.
La pregunta es: ¿alguna de estas campañas ha logrado cambiar el que nos miren cada vez con más desprecio? Creo que no. Es más, pienso que el anglosajón está cansado de creer en nosotros y en darnos más oportunidades porque hemos hecho todo lo contrario a lo que debe hacer un visitante.
Esté de acuerdo conmigo o no, el tiempo que se ha gastado en promover los buenos modales -que deberíamos tener de todas maneras- no ha servido de mucho. Triste pero cierto. Porque aunque la indolencia hispana es evidente e incomprensible, debemos considerar que la apatía que nuestra irresponsabilidad provoca en los ciudadanos de este país es aún más preocupante.
Día tras día, más estados y más legisladores nos quieren fuera de su tierra, ya no hacen hincapié ni disimulo en insultarnos públicamente y definitivamente muchos no tienen ni un mínimo deseo de ver un cambio de actitud de nuestra parte; sólo nos quieren fuera. ¡Out! Ser desconsiderados con nuestros anfitriones ha convertido el sueño americano en la pesadilla americana donde las oportunidades, antes presentes, se escapan de nuestros dedos.
Cavar nuestra propia tumba es algo que sí hemos sabido hacer. Últimamente, cuando se habla de la comunidad latina, los norteamericanos que nos desprecian están visualizando borrachos, asesinos, golpeadores de mujeres, violadores de niños, gandules, sucios y roba identidades. No piensan en los padres de familia abnegados, en los profesionales, en los que se han esforzado en aprender inglés, en los que no ensucian, en los que respetan o en los que han asimilado la cultura.
No creo que las campañas sean absurdas, sin sentido o innecesarias, de hecho es la única forma en que demostramos que aún tenemos esperanza en nosotros. Pero indiscutiblemente el efecto que se ha esperado lograr no ha sido suficiente para revertir el ensañamiento, porque hemos “metido la pata” una y otra vez y nos hemos comportado desagradecidamente. Si no quiere ser tratado como borracho, no maneje ebrio. Si no quiere ser tratado como cochino no ensucie, si no quiere ser tratado como aprovechador, no engañe. Vergonzoso es ver a la gente que tiene tremendas camionetas de último modelo, aplicando por estampillas de comida.
La incógnita es qué hacer ahora cuando este tsunami se nos está viniendo encima irremediablemente. Muchos están arrancando, otros han decidido quedarse y esperar que la ola se retire. Seguramente los medios de comunicación y líderes comunitarios seguiremos intentando nadar contra la corriente para cambiar el rótulo tan pesado que llevamos a cuestas.
¿Pero sabe algo?, por mucha ayuda que haya, sin su asistencia, su preocupación y su honestidad, estaremos más pronto viajando hacia la frontera sur que quedándonos aquí, donde ya hemos formado nuestras vidas y es el único país que nuestros hijos reconocen.

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