Monday, April 14, 2008

La cochinada hispana



Los ojos chispeantes y aceitunosos de mi primogénito hicieron que aceptara llevarlo, por segunda vez, al famoso “playground gigante’ de Plaza Fiesta hace unos domingos atrás. Las callecitas de adoquín, los balconcitos coloniales de colores vivos, las piletas de agua, en general toda la decoración demuestra que fue planeada especialmente para agradar a la familia hispanoamericana y a los anglosajones que quiera saciar su curiosidad. Aquel día había más gente de lo normal, debido a la presencia de una cantante mexicana y una actriz de telenovelas que iban a firmar autógrafos y colocar sus huellas al más puro estilo de Hollywood. Mientras recorría los pasajes, que representan los nombres de los diferentes países latinos, intentando encontrar el que representa a mi delgado Chile, me crucé con varios hispanos que trabajaban diligentes recogiendo “basuritas” del piso del popular sitio. Más tarde, cuando nos sentamos a comer, mi hijo Amaru me pidió que lo llevara al “Pipi Room”, así que visitamos los baños femeninos y me senté en la linda sala de espera con sillones estilo “lounge”. Él en su urgencia comenzó a abrir una en una las puertas y grito: ¡Mom ven! Cuando me acerqué para asistirlo, Amaru estaba apuntando con su pequeño índice hacia el suelo diciendo: “Mami la gente es sucia”. La sabiduría de sus cuatro años hablaba con toda razón. Comencé a recorrer y a abrir las puertas de los baños y a ver que el piso estaba lleno de papeles higiénico por doquier amontonados en cerros. Parecía que los papeles habían sido arrojados con furia, a propósito. Aquel baño bien construido, con botes de basura con espacio suficiente para mantenerlo limpio, era una oda a la inmundicia. En ese momento pensé en todos los comentarios, lejos de ser ficticios, sobre los hispanos y nuestras malas costumbres. En aquel baño, cuando me daban ganas de pedir prestado a los barrenderos sus herramientas para poder limpiar la evidencia postrada frente a mis ojos, mi hijo y su asombro hicieron que cambiara de opinión. El motivo de estas palabras no es criticar por criticar. El impulso que me hace escribir es poner en bandeja, frente a nuestros ojos, nuestras bondades y falencias como cultura porque, de pasadita, en este mar de palabras hay siempre algo que yo misma puedo aprender y aplicar. Este tipo de cosas no hay que ocultarlas, por el contrario, hay que mostrarlas, hablarlas y hasta documentarlas. Porque mientras unos hacen inmensos esfuerzos por satisfacer a los hispanos con lugares como este, nosotros nos atrevemos a botar basura y expandir mugre en vecindarios y establecimientos comerciales. Sin ir mas lejos, es tanta la flojera y la inmundicia que en los bazares o supermercados visitados por hispanos, se ven los carritos de compras estacionados a media calle, encima de alguna lomita o estacionados atrás de cualquier automóvil y por supuesto, con algún regalito a medio comer abandonado dentro del carrito. ¿Qué sacamos de hacer programas para limpiar la ciudad y demostrar que somos aplicados y comprometidos con esta sociedad si convertimos a los propios establecimientos que nos representan en basurales vivientes? Hasta mi propio jefe y su camisa almidonada no pudieron defender a los hispanos en el Décimo Tercer Simposio de Vecindarios de Charlotte frente a las acusaciones, a mi parecer, bien fundamentadas, sobre el desorden, suciedad, el ruido y poco respeto con los vecinos. Si usted al leer esta columna siente que generalizo y que usted no pertenece a este grupo, le tengo malas noticias. Usted y yo por más limpio y respetuoso que seamos o queramos ser, caemos en la misma categoría. Es por eso que todos somos responsables y no podemos ser indolentes frente a lo que suceda con nuestra comunidad. Ese día antes de entrar al estacionamiento de lugar me pareció ver una publicidad en inglés que propone visitar el centro comercial para “acercarse a Latinoamérica”. Si alguna persona que no sea latina se deja llevar por aquel mensaje publicitario puede llevarse más de una sorpresa. En vez de llevarse algún “souvenir”, podría solamente ratificar lo que ya se piensa de nosotros los hispanos.