Monday, January 28, 2008

Los pequeños y necesarios maestros


A pesar de ser una mujer bastante “trabajolica” a veces me doy un tiempito para satisfacer esa parte tan femenina que es el salir de compras. Varias veces mientras “vitrineo” he escuchado hispanos solicitar a sus pequeños hijos que pregunten el precio de algún producto. “My Mom wants to know how much is this dress?” preguntó un nene no mayor de siete años en una tienda. La escena y el desdeño de la vendedora captaron mi atención por lo que me acerqué para ofrecer mi ayuda. Se podía oler a kilómetros el malestar de la empleada del lugar que con una sonrisa fingida -típica de los buenos vendedores- respondió en un masticado español con tono burlesco que el vestido costaba “veinta nueivi noventaynueive”. La hispana agradeció inocentemente la información y decidió comprar el vestido. Yo por mi parte, sentía ganas de contarle a la señora que la empleada, mientras doblaba el vestido, comentaba que con ese dinero podría comprar un curso de ingles por el internet. “Bueno, si sabe como usar la computadora” dijo terminando de arrojar su veneno. Yo, morada de la rabia y el niño sin traducir el ácido comentario, nos miramos. El se encogió de hombros mientras yo, después de palabrear y criticar su actitud poco profesional, pedí el reembolso de mi compra y salí del lugar con esta columna en mi cabeza. Esta no es una situación poco frecuente, por lo contrario, los hispanos estamos expuestos a diario a la discriminación por no hablar inglés. Algo tampoco inusual es que muchos niños hispanos tienen la enorme responsabilidad de ser los intérpretes de sus padres no solo en situaciones simples como una tienda sino que innumerables padres dependen de sus hijos en escenarios más significativos como una cita médica o con la policía donde el resultado de la conversación queda en manos de la capacidad comunicativa, asertividad y madurez de un niño. Existe incluso padres que ni siquiera pueden entender las notificaciones enviadas por los colegios y normalmente los propios hijos terminan traduciéndoselas y firmándolas. A pesar de que estos “pequeños maestros” son útiles y ayudan a loa adultos a salir del paso también fomentan, muchas veces la flojera, de no aprender la lengua de este país. Con el mayor respeto hacia nuestra gente, creo que debemos reconocer que muchos hacen caso omiso al hecho de estar en un país diferente, con un lenguaje y una cultura distinta a la nuestra. Me consta que para algunas personas es extremadamente dificultoso por más que traten de aprender inglés pero lo intentan con libros o por medio de la televisión o radio. Sin embargo, hay otros que simplemente no quieren salir de la comodidad y no tienen ningún interés ni en el idioma ni en ninguna información que esté disponible para ayudar a entender el sistema de este país. ¿Cuántas veces se hacen cursos o charlas para los hispanos y los únicos asistentes son los que iban a impartir la clase? El respeto que tanto añoramos está es nuestras manos y debemos reflexionarnos que la inmersión cultural no significa volverse estadounidense sino que conservar nuestras raíces pero adaptándonos para hacer las cosas más fáciles para todos. Podemos preferir cambiar nuestro futuro o elegir sentarnos en un banquillo mirando a nuestros hijos en el pizarrón.