Wednesday, October 29, 2008

Al final de la fila





















Uno de estos días me encontraba descansando luego de un intenso día de trabajo e intentar zapatear por una hora en mi clase de flamenco, una de mis últimas pasiones. Acostada en el sillón y con los pies elevados me dispuse a leer una revista llamada “Vanidades”, que había adquirido en contra de todos mis prejuicios con las “revistas frívolas”.
A pesar de cierta incomodidad con respecto al contenido, de vez en cuando no puedo evitar hojear ni caer en la tentación de dejarme llevar por los temas tan poco elaborados y triviales de estas publicaciones. Aquel día, luego de pasar por la sección de las cremas antiarrugas, los ejercicios para aplanar la barriga y los consejos con la pareja, me detuve en la parte social donde retratan la vida de personajes famosos.
Fue así como me enteré que la esposa del jugador británico de fútbol David Beckham estaba estresada porque no podía decidir qué mansión comprar. Aquella guía a la tontera mostraba también una vez más a Paris Hilton, nieta del dueño de la cadena hotelera, paseándose con su perrito en los brazos, gastando la plata de su abuelo y viviendo en una burbuja.
De la misma forma fui testigo de la nueva cartera de once mil ochocientos dólares de Jennifer López y de un “toilet” con diamantes y rubíes que le regaló su ex novio. Aunque no me sorprende que este tipo de revistas traigan información básicamente superficial, sí me doy cuenta que hoy en día hay un cierto tipo de culto a la excentricidad descontrolada.
Concuerdo en que cada persona es libre de gastar su dinero como disponga, pero también pienso que algunos pierden la proporción en una realidad mundial que dista completamente al mundo de fantasía en que viven. Pero esta tendencia no es solamente de los faranduleros, sino que también muchos políticos están iguales o peores que los famosos.
Hace unos días salió a flote la información de los 150 mil dólares que el partido republicano ha gastado sólo en ropa y maquillaje de la candidata a la vicepresidencia Sarah Palin. Una cantidad con la que una familia podría adquirir su primera casa. 150 mil dólares en ropa, lápiz labial, carteras, zapatos y peluquería es una inconsecuencia cuando este país y el planeta entero están en medio de una crisis financiera.
¿Cuándo comenzamos a perder la visión del mundo real y de lo que pasa a nuestro alrededor? Me parece grotesco que existan gastos tan extravagantes cuando millones en el mundo no tienen que comer. ¿Quién puede llenar las esperanzas de los rostros pobres mientras otros gastan jugosas cantidades en trivialidades?
Mi tono puede sonar prejuicioso contra los que gozan de un buen pasar, pero no es así. A todos, dentro de nuestro alcance, nos gusta darnos un “lujito” de vez en cuando; es válido y merecido.”El que tiene, bien pueda” decía mi abuela.
El problema para mí radica cuando la gente despilfarra millones en “gustitos” y más encima lo hace público. Simplemente un circo ridículo y una falta de respeto para el que ni siquiera puede comprar lo básico.
Me da lástima el individualismo egoísta, y cuando la conciencia fraternal y el altruismo están al final de la fila. El contraste de realidades es enorme, injusto y abismal, pero más terrible aun es la conciencia apagada y hueca de muchos.