Thursday, February 5, 2009

El ADN no miente





















Desde que comenzó la carrera presidencial, lo que se escuchaba repetitivamente era que si Barack Obama ganaba sería el primer presidente negro de los Estados Unidos.

Ahora que Obama ya es el presidente de esta nación parece que todos los análisis y comentarios todavía siguen concentrándose en el hecho de que el que lleva los pantalones es de piel oscura y sus antepasados vienen de África.

Está bien, sí es un gran suceso que después de tantos años de esclavitud y de racismo en la historia de este país, es sorprendente descubrir que finalmente la mentalidad está cambiando, pero al mismo tiempo creo que es hora de variar un poco el enfoque del bagaje racial del líder de la Casa Blanca.

Quizás si leyéramos los estudios del joven investigador norteamericano Spencer Wells, quien se ha dedicado a buscar gotas de sangre por todo el mundo para hacer una conexión genética entre todos los habitantes de este planeta, el color del presidente o de cualquier otra persona no sería tan determinante.

En sus análisis genético Spencer concluye que provenimos de unos humanos que vivían en el este de África hace 60.000 años y que emigraron hacia Asia, por la costa, hasta llegar a Australia hace 50.000 años. Por otra parte, otra oleada migratoria habría viajado hace 45.000 años al Medio Oriente y Asia Central y desde ahí unos fueron hacia Europa y otros a Siberia, de donde cruzaron a América.

Es decir, según este y otros estudios todos seríamos hijos del negro continente, que todos los humanos estamos relacionados por nuestros antepasados africanos, que el color de la piel fue cambiando y adaptándose a las nuevas destinaciones geográficas, condiciones climáticas y nueva alimentación.
Estas investigaciones determinan no solamente que todos provenimos de África sino que la inmigración es real desde que el mundo es mundo. De manera que, ni los negros ni los inmigrantes son algo nuevo, por lo tanto no entiendo porque estos temas se tratan como si fuera algo sorprendente e inusual.

Entiendo que estos estudios pueden asustar a muchos, sobre todo a los que cualquier cosa más oscura que su piel les da alergia, o a los que miran en menos a las personas que pertenecen a culturas diferentes.
Pero la verdad es que no podemos arrancar del ADN porque lo que corre en nuestras venas tiene tono de tambores. Más de uno dirá: “Yo no vengo de los negros, mi familia es
blanca”, pero a pesar del ataque que esto pueda provocarles, la realidad es otra.

Quizás si leyéramos y nos pusiéramos al día con la historia real de nuestros orígenes podríamos acabar con tantos conceptos ridículos de superioridad.

Esta idea de homogeneidad racial coloca a colectividades como los Ku Klux Klan, y su show barato de encapuchados blancos, en el más absoluto ridículo. También taparía la boca de otros, como la de un “educador” hispano, quien se refirió -ante mi explosivo rostro- a los preescolares negros como “monitos colgando en una pared”.

Asimismo, los resultados de los largos años dedicados a buscar los orígenes de la civilización no sólo colocan en tela de juicio el “mal juicio” de los racistas, sino también el equívoco ataque en contra de los inmigrantes que se desplazan para buscar una mejor vida, porque el hombre siempre buscó la movilización como herramienta de supervivencia y perpetuación.

Creo que para poder escalar a un nivel superior como seres humanos tenemos que empezar a conectarnos con nuestra esencia, entender que hay un hilo que nos une a todos, queramos o no, y que finalmente las razas no existen porque a pesar de la evolución que hemos experimentado, en el fondo, en el tuétano, todos somos negros.