Saturday, November 29, 2008

SEIS

Dentro de todas las campañas que se han hecho en nuestra comunidad creo que la de la caja de zapatos con regalos para niños pobres – que intentamos promover en “Mi Gente” estas últimas tres semanas- ha sido la más poco exitosa.

El número mágico fue seis. Seis fueron las cajas que logramos recibir en nuestras oficinas. De ellas, cuatro cajas fueron donadas por personal de nuestro periódico y de nuestro aliado el grupo Norsan, y sólo dos por parte de nuestros queridos lectores y oyentes.

Las buenas noticias son que seis niños desprotegidos en algún rincón del planeta van a recibir con una sonrisa esta próxima navidad. La mala es que muchos otros niños -que hubieran podido recibir un presente navideño- no lo harán.

Reconozco que quizás hubo falta de exposición, de publicidad y de insistencia de nuestra parte para incentivar, porque sé que en este tipo de iniciativas es mucho más difícil llamar la atención de las personas que cuando se trata de promocionar un concierto musical, una fiesta u otro evento social.

Aún así nos quedamos esperando a las personas que sí recibieron el mensaje, a los que pensamos que llegarían con su caja y con su corazón puesto en ella para enviar cariño a la distancia. También brillaron por su ausencia las 45 personas que confirmaron su participación mediante nuestra página en el portal social de internet “Facebook”.
Aunque la intención es dar un “tirón de orejas” a los que no cumplieron o a los que no lograron sentir una urgencia de ayuda, entiendo que ni el periódico ni yo tenemos la relevancia ni el derecho a reclamar ni decir lo que se debe o no se debe hacer.

Pero esta experiencia me ha hecho cavilar más sobre nuestra naturaleza, sobre cómo a veces respondemos o nos comprometemos sólo por inercia, sólo por decir sí sin pensar en las consecuencias de nuestros compromisos vanos.

Es ahí cuando pienso que, debido al poco abandono de uno mismo y a la carencia de entrega, estamos donde estamos.

En el grupo de los seis hubo gente que regularmente no goza de tiempo para buscar una caja, comprar juguetes ni menos para envolverla con papel de regalo. También hubo otras, como dos mujeres hispanas, que llegaron corriendo el viernes con dos cajas preciosas dedicadamente arregladas.

Creo que más importante que las cajas y los regalos en sí fue la capacidad que los seis tuvieron de parar sus vidas por unos breves momentos y dedicárselos a otros seres humanos completamente desconocidos para ellos. A esto yo le llamo un acto de amor.

Espero con ansias el próximo año para volver a intentar llegar ahí, a lo más profundo de nuestra desconocida alma y osar despertar la inspiración que intuyo cada persona guarda.

Para lograr cambios en un mundo injusto donde millones sufren a diario se necesita remecer al desinterés; salir de la zona de comodidad que nos rodea y amarse menos para entregar más. Un buen amigo dio en el clavo cuando me dijo: “Danielle, lo que se necesita son héroes”, y yo, luego de escucharlo, exhalé con una profunda paz.