Wednesday, February 13, 2008

Saber volar









Mientras me encontraba escribiendo la columna de esta semana, mi padre, quien vino a visitarme de Chile por dos cortas semanas, me interrumpió para hablarme de gansos. Yo, medio confundida, accedí a quitar mis obsesivos ojos de la computadora para regalarle mi atención y darme el lujo de sentirme una pequeña niña otra vez, a quien le cuentan una historia. Al llegar el otoño, cuando las hojas deciden abandonar las ramas, los gansos emigran buscando el calor. En su viaje vuelan formando una letra V donde en la punta se posiciona el ganso guía quien va cortando el viento haciendo un esfuerzo superior al resto. Cuando cada pájaro bate sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda al ave que va detrás de él. Si en algún momento alguno se sale de su formación, enseguida se percata que la resistencia del aire dificulta el vuelo, por lo que regresa rápidamente a su puesto. Mi padre finalizó agregando que cuando el guía de estos plumíferos se cansaba, tomaba uno puesto de más atrás, para que otro ganso lo reemplazara. En ese momento sentí una profunda tristeza cuando se me ocurrió asociarlo con nosotros los hispanos y experimenté una repentina envidia, sana hacia el reino animal. Porque, aunque la moraleja de la historia de mi Papá no es difícil de captar, ni tampoco novedosa, reafirma hechos evidentes como el que los latinos no sabemos, ni queremos, trabajar en equipo; la indolencia de nuestra comunidad hace que la unión se vuelva un tema utópico. Aunque sería injusto generalizar, existe un número considerable de personas que no les interesa lo que sucede con nuestra gente, como así también, algunos líderes que sólo les importa figurar quitándole fuerza al verdadero tuétano de nuestra situación. Estamos con el agua hasta el cuello llenos de propuestas para sacarnos del país; pero cuando es hora de aliarse para manifestar nuestro pensar, no lo hacemos. Es siempre una fiesta de unos pocos y de los mismos. En ocasiones logramos juntar un gran número de personas; pero esa bravura nos dura poco y nuestra insuficiente consistencia hace que los antiínmigrantes se pongan las pilas y se aprovechen de nuestra debilidad. Ellos sí trabajan en equipo, hacen campañas, envían correos electrónicos, llamadas telefónicas, programas radiales en vivo, sólo para poder echar abajo alguna ley o propuesta que nos beneficie. Lo peor es que han tenido demasiado éxito. Sí, nosotros también hacemos actividades parecidas pero el número de participantes dejaba bastante que desear. Nuestra comunidad hispana no es tan unida, como nuestra familia hispana. Nos hace falta hablar menos y aprender más, para poder pelear por nuestros derechos y también llenarnos de valentía para luchar en contra de nuestros propios errores. Nos falta un líder de verdad, mentores sin egos, porque para guiar a todo nuestra gente se necesita mucho más que hablar bien por un micrófono o en un escenario, se requiere amor y sencillez. La historia del ganso seria buena compartirla en una de las tantas reuniones donde se intenta buscar soluciones para los inmigrantes, quizás así, tratando de aprender de un simple pájaro, podríamos impresionarnos al saber que cuando la bandada vuela en conjunto aumentan su poder cerca de 71 por ciento, diferente sería que cada ave viajara sola.