Thursday, August 21, 2008

El teléfono roto


Durante mi infancia existía un juego en particular del cual me encantaba participar; el juego del teléfono. Durante las tertulias infantiles nos sentábamos en un círculo y cada uno iba susurrando una palabra o frase en cadena hasta que al último le tocaba decir en voz alta lo que entendió.


Recuerdo la sensación de emoción que tenía esperando que fuera mi turno y las carcajadas inocentes al escuchar el turno de la última persona al decir lo que había entendido.

Por supuesto, el mensaje original raramente llegaba al último participante intacto. Por lo contrario, las frases finales, muchas veces incoherentes, eran el resultado de la mala dicción de unos, la sordera de otros y de las equivocaciones intencionales de otros cuantos.


Era un juego entretenido, y aunque no era tan emocionante como el juego de la botella, escondía un desafió en donde uno tenía que optar, en su mente de niño, si decir el mensaje lo mejor posible o, por el contrario, balbucear cualquier cosa sólo por divertir a los demás.


Hace unos días, de repente y sin darme cuenta, la imagen del juego del teléfono, sin querer, apareció en mi mente. Aquel viernes el pánico de muchos hispanos que habitan en la Ciudad Reina se apoderó a través de las voces telefónicas y de los dedos aturdidos de tantas personas, que llamaban y enviaban mensajes avisando sobre retenes de la policía y supuestas redadas de inmigración.


Y así, como en el juego del teléfono, alguien comenzó el mensaje y los cientos de hispanos que llamaron y enviaron textos se transformaron en un tipo de onda expansiva. El mensaje empezó con un reten, luego se convirtió en que “la migra” estaba en el centro, que se habían llevado unos cuantos en un lado y hasta que los oficiales de inmigración estaban en Eastland Mall.


Yo, a cuestas con la buena escuela de Rafael Prieto y curiosa del sentimiento que carcomía a la gente, fui a pasear al centro tratando de verificar datos, hablar con trabajadores y buscar hechos concretos que pudiéramos utilizar con seriedad en el periódico. Finalmente, luego de un merecido paseo, dejé el “pequeño Manhattan” sin nada congruente pero con dos “Mocha Frapucchino”, su cafeína, y flores en la mano. Al mismo tiempo, mi abnegado compañero “el mero” visitó al mall de éste para encontrase con la, no sorpresa, de que los oficiales separafamilias, brillaban por su ausencia.


No tengo duda sobre las buenas intenciones y nobleza de la mayoría de las personas y amigos que quisieron poner en antecedente al resto para evitar meterse en problemas. Estamos viviendo un cierto tipo de guerra donde cada uno debe protegerse pero también tratar de cuidar a los compañeros.


Pero creo que a pesar del miedo, y el deber que muchos sentimos de avisar situaciones como ésta, debemos parar, pensar, y como diría el Chapulín Colorado, “que no panda el cúnico”, porque como buenos seres humanos tendemos a dejarnos llevar por las emociones sin dejar paso a la cavilación. Yo se bien de esto. La reacción de la gente ese día fue no ir a laborar o salirse del trabajo sin que hubiera necesidad de hacerlo.


Creo que es hora de que no sólo los periodistas debamos basarnos en hechos válidos, documentados y serios. También toda la comunidad hispana, por el bien de todos, debe aprender a verificar la información que recibe antes de dejarla volar con libertad de nuestra boca. Debemos aprender además que reten es diferente a redada.


Para los que usaron de guía la morbosidad al mandar mensajes a diestra y siniestra, deberían aprender a reconocer la diferencia entre un juego de niños y la realidad. Los pasatiempos son divertidos pero pierden la gracia cuando toda una comunidad se ve envuelta en ellos, aunque sea un juego inocente.


Sería increíble usar esa rapidez, disposición y energía cuando se tratar de hacer llamadas a los legisladores y firmar cartas porque cuando los líderes comunitarios nos hacen la invitación, para involucrarnos en posibles futuros cambios, nunca se ha visto tal urgencia y tanta participación.

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